A los terapeutas y sanadores nos pasa a menudo que creemos saber lo que pasa al cliente o paciente, o lo que necesita. Es posible que acertemos, y es posible que no. Me gusta mucho la ética de las terapias humanistas, que ayudan a que el cliente encuentre sus propios recursos y descubra lo que necesita en cada momento. No siempre me es fácil aplicar estos ideales en mi consulta. Tengo un ímpetu directivo y suelo acabar llevando las riendas del procesos. Así me pasó el otro día que un cliente quería cancelar la sesión, porque no se veía capacitado para seguir con un trabajo muy profundo que empezamos en la sesión anterior. Por suerte, el cliente accedió a recibir una sesión de sanación energética en vez de el trabajo previsto. Suerte para mi y para él, ya que ambos aprendemos aqui. Yo, a ser aún más respetuoso con los procesos de crecimiento individuales y olvidarme de mis ganas de profundizar tan pronto en temas muy delicados, y él, a comunicar su necesidad.
La aventura del acompañamiento
En el fondo es una ventaja no saber de antemano cómo proceder con un cliente. Es suficiente tener fe en el proceso mismo, y confianza total en el cliente. Todo lo demás se dará, si permancemos disponibles y abiertos de corazón. Si el cliente quiere crecer hoy, crecerá. Si no, para otro día. Cuando logramos ver la siguiente sesión como la siguiente aventura desconocida, la vida misma se abre paso para llevar a cabo la transformación. Y tanto cliente, como terapeuta serán tocados por la magia. Magia de lo desconocido, magia de lo inconcebible hecho realidad. Sé que me puedo rendir, que dentro de mi ( y de todos) hay un Ser sabio, que conoce el camino mucho mejor que mi pequeña mente racional, mejor que mi Ego. Y por eso doy gracias cada día.
